8/3/20

CERRADO POR INVENTARIO

Queridos amigos que lleváis tanto tiempo siguiendo a diario las columnas de Antonio Rico: vamos a estar ausentes durante unas pocas semanas. No, no es por el coronavirus. Sólo son unos pequeños reajustes en La Nueva España, nuestra casa periodística, los que hacen que, por primera vez en 28 años, abramos un paréntesis en nuestro despacho de chorradinas diarias.

Volveremos. Lavaos mucho las manos. No os olvidéis de 625 Ranas.

7/3/20

NADA EN COMÚN, TODO EN COMÚN

Aretha Franklin era mujer; yo, varón. Aretha Franklin era de raza negra; yo, de raza blanca. Ella era creyente ferviente en la fe evangelista, mientras que un servidor es más ateo que Demócrito de Abdera. Aretha está impepinablemente muerta; yo, al menos técnicamente, estoy vivito y coleando. Ella era estadounidense y el arriba firmante es de nacionalidad española. Aretha se dedicaba a cantar; yo, a juntar palabras mientras me dejen. Quedó embarazada a los doce años y dio a luz al primero de cuatro hijos; yo sólo tengo una hija que llegó en mi treintena. Entonces, ¿por qué, que alguien me lo explique, por qué me identifico con Aretha Franklin en “Amazing grace” más que con casi cualquier otro ser humano, por qué, aunque no tengo nada en común con ella, tengo tantísimo en común con ella?

Vea “Amazing grace” (Movistar+). Simplemente expóngase al documental de Sydney Pollack que nos cuenta lo que ocurrió en una modesta iglesia baptista de Los Angeles durante dos tardes de 1972, cuando Aretha Franklin decidió volver a cantar los salmos y los ensalmos gospel que cantaba en su infancia. Tómese su tiempo para retornar a la realidad una vez que hayan terminado los ochenta y cuatro minutos de metraje. Mire lentamente a su alrededor. Incorpórese. Sin prisa. Asómese a una ventana.

Y después intente entender algo de todo lo que está pasando con el asunto de la identidad personal en el mundo rico. Verá que ya nada tiene sentido. A poco que zapee a través de las cadenas encontrará invocaciones al yo, proclamas que animan a diferenciarse todo lo que pueda como única forma de convertirse en alguien especial, apologías del ensimismamiento. Pero lo que antes parecía lógico se vuelve absurdo ahora tras haber pasado hora y media sentado en comunión entre las personas menos parecidas a usted que pueda imaginar, sabiendo que está rodeado de las personas más parecidas a usted que pueda imaginar.

6/3/20

"EUROVISIÓN" HA MUERTO


Haber empezado por ahí con la tabarra del coronavirus: por “Eurovisón”. Visto así, estamos de acuerdo: si hay que tomar medidas drásticas, se toman; y si hay que suspender “Eurovisión”, se suspende, que toda precaución es poca.

Así que menos criticar a Pablo Motos por haberse puesto a pontificar sobre el coronavirus con José Ramón de la Morena en “El hormiguero”. Si Pablete dice que es inquietante porque es una enfermedad nueva sobre la que hay muchas cosas que no se saben, y si añade que la cosa se puede complicar, y que no es ninguna broma porque no es una gripe, amén a Pablete. Y felicidades a “Espejo Público” por tener como colaboradores a dos sabios como el torero Fran Rivera y el aristócrata Cayetano Martínez de Irujo sentando cátedra sobre el coronavirus y compitiendo entre sí a ver cuál estaba menos tranquilo y más acojonaíto. Y enhorabuena al especialista en todo lo que se le antoje, Hermann Tertsch, por haber criticado el cobarde comentario de Lorenzo Milá con el que pedía en el “Telediario” más calma, más información ponderada y menos alarmismo. Llevan razón en su guerra por ver quién la tiene más grande, y si esa preocupación tan grande obliga a suspender Eurovisión, se hace, qué se le va a hacer.

El lanzamiento de la plataforma Disney+ en Europa, que iba a realizarse en Londres estos días se ha suspendido. La tercera edición del festival Canneseries prevista para finales de este mes se ha pospuesto hasta octubre. El MipTV, el mercado internacional anual de formatos televisivos, ha cancelado su edición de 2020 programada para finales de este mes y no volverá hasta 2021. Mientras cientos de proyectos televisivos de todo el mundo están siendo afectados, incluyendo rodajes de series que ya se han interrumpido, apenas si un par de países no acudirán a una reunión de delegaciones de “Eurovisión” el 9 de marzo en Rotterdam, pero el festival se mantiene como si nada. Por favor, un poco de sensatez y suspendamos “Eurovisión” por siempre jamás, un poco de cordura y huyamos como locos, un poco de sentido común y tomemos esta medida improvisada digan lo que digan las autoridades sanitarias.

5/3/20

#CIERRETVE


Piden el cierre de TVE. ¡Que le corten la cabeza!, diría la reina de corazones. Pues qué flojos. Mira que conformarse con cortarle la cabeza solo a TVE, con desmontar solo la mayor empresa con los mejores recursos tecnológicos, la plantilla más amplia y cualificada, y la hoja de servicios más nutrida y valiosa de la historia de nuestra televisión. Eso es de blandengues. ¿Vamos a cerrar TVE mientras consentimos que siga abierta Radio Nacional de España? ¿Para qué, para que cualquier día digan algo en la radio que no sea exactamente lo mismo que pienso yo como pasó con esa feminista que salió en “Operación Triunfo” y dijo cosas con las que no estoy de acuerdo? De eso nada. No tengo por qué pagar eso con mis impuestos igual que no tengo por qué permitir que en clase cuenten a mi hijo algo que no sea la repetición literal de mi pensamiento, mis convicciones, mis certezas, mis prejuicios. La etiqueta #CierreTVE es de tibios cobardicas. Es quedarse a medio camino. Exijamos que le corten la cabeza también a RNE. Hagamos que esa timorato #CierreTVE deje de ser tendencia en las redes sociales y lancemos un claro y rotundo #CierreRTVE. Para que se enteren de que de nosotros no se ríe nadie en la tele pública y en la radio pública tampoco.

Aunque, bien pensado, podemos apuntar más alto y pedir más cabezas. Si no nos conformamos con pedir que quiten de “OT” las clases que no están impartidas por monjitas simpáticas sino por feministas furibundas, ni con despedir a los irresponsables responsables del programa, ni con cancelar ese fracaso que es “Operación Triunfo”, ni con clausurar La 1, ni con el cierre de TVE, a ver por qué nos iba a bastar con dinamitar RTVE. Podemos pedir más cabezas. Que le corten la cabeza a algún ministro. O a todos. Y a los vicepresidentes, y al presidente y al Gobierno entero. ¿Y qué pinta aquí el Estado? #CierreEspaña, #CierreUniónEuropea, #CierreOrganizacióndeNacionesUnidas. ¡Que le corten la cabeza! ¡Que le corten la cabeza! ¡Que le corten la cabeza!

4/3/20

TORTUGAS Y PAN


Ni a Salvador Dalí, aplicando sin piedad su método paranoico-crítico, se le habría ocurrido la surrealista idea de que un décimo de lotería premiado podría financiar un documental entre hiperrealista y surrealista sobre la comarca extremeña de las Hurdes dirigido por un Luis Buñuel recién salido del escándalo del estreno de “La edad de oro”. “El surrealismo soy yo”, decía Dalí. Qué va. El surrealismo es la vida.

La maravillosa película de animación “Buñuel en el laberinto de las tortugas” (CineDoc&Roll, Movistar +) muestra la gestación y desarrollo del documental “Las Hurdes, tierra sin pan”, que Buñuel pudo rodar gracias al dinero que ganó su amigo Ramón Acín con un décimo de la Lotería de Navidad.  El documental de Buñuel sigue siendo hoy un golpe en el estómago del espectador y una oportunidad para reflexionar acerca de si un documental tiene la obligación de ser tan objetivo y exacto como una de las primeras películas de los hermanos Lumière o, más bien, si tras aceptar que es imposible mostrar la realidad sin intervenir en esa realidad y, por tanto, transformarla, el documentalista es libre de manipular la realidad (permitiendo que un burro con las patas atadas sea atacado por las abejas, por ejemplo) para alcanzar los fines que se había propuesto. La película de animación de Salvador Simó sobre el rodaje del documental de Buñuel, sin embargo, es una delicada reflexión sobre el significado y los elásticos límites del arte, la implicación del artista en su obra y el sentido de la existencia una vez que la cámara deja de rodar la vida. El antropólogo y lingüista estadounidense Edward Sapir decía que los mundos en que viven dos sociedades diferentes son mundos distintos, y no solo el mismo mundo con otras reglas de etiqueta. Los mundos de Luis Buñuel y de los habitantes de Las Hurdes no eran el mismo mundo con otras reglas de etiqueta, sino dos mundos absolutamente distintos, puede que tan distintos como lo son un documental dirigido por un surrealista y una película de animación sobre el rodaje de ese documental.

Los tejados de las casas de aldeas de Las Hurdes parecían caparazones de tortugas, pero solo a los ojos de un artista recién llegado de París. Las tortugas son invisibles para los ojos sin pan.

3/3/20

JESÚS II

Tras haberme zampado enterita “El Palmar de Troya”, la serie documental de cuatro capítulos que terminó esta semana en #0, proclamo solemnemente que me he convertido a la fe palmariana. Es paradójico, porque la estupenda serie de Movistar+ probablemente buscaba provocar en el espectador el efecto contrario, e inducirle rechazo y alejamiento tras la narración de los chiripitifláuticos sucesos que tuvieron lugar en el municipio sevillano a raíz de los cuentos que contaron unas niñas sobre la aparición de una señora muy bella, un ahorcado y un toro con cuernos verdes. Pero lo siento mucho, la fe es así; no la he inventado yo.

Mi conversión a la fe palmariana se basa en mi absoluta incredulidad hacia todo lo que supuestamente ocurrió allí. Obviamente, las apariciones eran un cuento tan inverosímil que un cuento más inverosímil no puede ser pensado. Las capacidades de videncia de Clemente Domínguez eran nulas, casi sarcásticamente nulas tras su accidente de tráfico. Los mensajes que la Virgen transmitía a la humanidad tenían la autenticidad -y la calidad de sonido- de una cinta de casete en donde se hubiera grabado un disco de Milli Vanilli sonando en un transistor con pocas pilas. Ninguna de las profecías se cumplió.

Pero justamente por eso, justamente porque no hubo ningún milagro, porque ese imperio económico se fundó sobre un chusco vidente invidente y su corte de grillaos y jetas, es por lo que caigo de rodillas ante el Palmar y proclamo que no hay milagro mayor que su éxito. Nunca ha habido una secta tan cutre, con tan mal gusto, tan irrisoria, tan ridículamente impresentable como la que rodeó al papa Gregorio XVII. Que cuente con seguidores a lo largo y ancho del planeta, no pare de llenar bolsas y bolsas de plástico de billetes y vaya ya por su cuarto papa es un prodigio que deja la sanación de leprosos imponiendo las manos a la altura de un trilero de la calle Sierpes. Creo, sí, creo porque no creo. Creo y estoy pensando en proclamarme papa. Seré humilde. Me llamaré Jesús II. Seguro que cada minuto nace un idiota que cree en mí.